martes, 22 de mayo de 2007

Mimos para Román



Riquelme trotó un rato, probó el muslo peloteando contra una pared y terminó con un buen trabajo de elongación. No sintió molestias de la contractura y será titular.

En él están posadas todas las miradas. Por más que la práctica transcurra en la cancha principal de Casa Amarilla, de reojo, se espía su trote por un costado y sus primeros zig zag desde la lesión. Por más que el cuerpo técnico siga de cerca la jornada de recuperación y gimnasio de los titulares ante Quilmes, desde lejos lo observan darle a la pelota contra la pared y respiran aliviados. Por más que Martín Palermo termine antes la práctica con una fatiga en el muslo izquierdo que al final no será para alarmarse, la preocupación principal pasa por Juan Román Riquelme.

A mitad de camino entre la ida con Libertad en la que terminó sin poder caminar (por la contractura fuerte en el bíceps derecho) y la revancha del jueves en Asunción, los partes médicos sobre la situación de Romy son alentadores. Y, a esta altura, está claro que no faltará a ese partido decisivo por los cuartos de final de la Copa Libertadores. Además de los trabajos de kinesiología, fisioterapia y los masajes a los que se sometió durante el fin de semana, Romy arrancó la semana con algunos trabajos regenerativos como para no perder la forma física, tal como estaba en los planes originales de los médicos, y con el ánimo arriba por más que llegue al jueves con lo mínimo indispensable.

Después de una vuelta por el consultorio, mientras el resto empezaba la práctica, Riquelme se fue a un costado con el kinesiólogo Leo Betchakian y empezó la rutina del día con diez minutos de trote liviano, junto al Cata Díaz, y también movimientos laterales. Luego agarró la pelota y se fue a la zona del frontón y allí le dio un buen rato contra la pared para testear el músculo. Durante cinco minutos exigió ese muslo derecho que está cansado después de diez partidos al hilo, ocho en 24 días, pero que empezó a relajarse con el franco del domingo ante Quilmes. Después el crack pasó a las manos del otro kinesiólogo, Rubén Araguas, y siguió con más trotes hacia adelante y hacia atrás, piques cortitos y zig zag pronunciado. Para el final quedó un buen trabajo de elongación. Hoy lo espera más de lo mismo.

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