jueves, 17 de mayo de 2007

No deje de aplaudirlo


Russo disfruta del 10 y dice que a veces se tienta con el ole de la gente. "Es convivir con el talento", tira.

El destino lo quiso así. Cuando Miguel Angel Russo sentía en carne propia lo que significaba dar los primeros pasos en el mundo Boca, hizo un pedido expreso, que tenía nombre y apellido: Leandro Gracián. Que sí, que no, que se iba Neri Cardozo, que también se iba Morel, que ninguno, que nada. Los dirigentes del Monterrey no aflojaron y Mauricio Macri tampoco: se negó a pagar los 6.000.000 de dólares de la rescisión del contrato del ex Vélez. En ese momento, el sueño de Riquelme no era ni, precisamente, un sueño. Pero el tiempo lo hizo realidad. Y hoy, Román es uno de los pilares de la estructura de Russo. Y el técnico, según cuenta sin ningún rubor, lo disfruta como el que más...

"¡Cómo no voy a sentir placer al verlo jugar a Román! Cuando yo jugaba, en Estudiantes, y le daba la pelota a Sabella, a Ponce, a Trobbiani, de atrás me reía. Miraba lo que hacían. Y ahora desde el banco siento lo mismo con Román. No lo expreso porque hay tantas cámaras alrededor que me lo guardo para adentro. La gente grita "ole", pero yo no debo hacerlo por ser el entrenador. El día de Toluca, en cancha de Vélez, al ladito del banco, a unos 50 centímetros, cambió una pelota... Y uno desde atrás vio en toda su dimensión su técnica para pegarle y cómo la pelota recorrió 60 metros y llegó al pecho de Ibarra. El gesto técnico fue maravilloso y uno se queda con toda esa imagen. Es convivir con el talento".

—Cuando te ilusionaste con su llegada, ¿imaginaste que podía alcanzar este nivel actual?

—Cuando él llegó, tomó un compromiso. Y lo reafirma. Sabía que venía sin jugar, pero estábamos seguros de que con los entrenamientos iba a superarse. Hoy está entre los mejores del fútbol argentino, si no es el mejor...

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