jueves, 3 de mayo de 2007

La actuación de alto vuelo de Boca tuvo su recompensa en el marcador



Con goles de Riquelme, Palermo y Clemente, batió por 3-0 a Vélez y quedó a un paso de los cuartos de final; otra vez, Sessa fue expulsado

Juego, precisión, decisión, agresividad. Boca fue un cóctel de virtudes y, en el final, encontró la mejor recompensa a su superioridad. En la Bombonera, Boca superó por 3 a 0 a Vélez, un débil adversario, en el primer partido por los octavos de final de la Copa Toyota Libertadores, y quedó cerca de la clasificación. El desquite será el miércoles próximo, en Liniers.

La primera parte del espectáculo resultó un auténtico show de Boca. La mínima diferencia resultó una ironía de la abultada ventaja en el juego, en la decisión y en la actitud. Boca fue muy superior a Vélez, mucho antes de la salida de Gastón Sessa, mucho antes de jugar once contra diez. Sin embargo, la mala puntería de Palermo y la impericia general lo privaron de sacar cómodas ventajas en el marcador.

A los nueve minutos abrió el score, con un golazo de Riquelme, directo al ángulo, luego de un pase en el área de Palermo, casi sin dificultad entre Bustamante y Bustos. Vélez no reaccionó: distribuido con dos líneas de cuatro, más entusiasmado para marcar que para crear, su juego dependió de decisiones individuales. Pero siempre más cerca del arco propio; por ejemplo, Bustos se dedicó a hacerle a Riquelme, sin éxito, una marca personal intermitente.

Una excelente acción colectiva, de lo mejor de Boca en el certamen, chocó con la mala puntería de Palermo y la reacción de Sessa. Antes, en un juego de toques y precisión, la jugada colectiva la había comenzado Riquelme y la pelota continuó con Ledesma y Palacio, hasta el desacertado final en Palermo.

Al rato, pareció que el desarrollo quedaría resuelto por la insólita intervención de Sessa -una más, en un año fatídico-, que buscó una pelota en el aire con la pierna derecha elevada que, directa, impactó en la frente de Palacio: penal y expulsión. Mientras Miguel Russo arriesgó en todo momento, Ricardo La Volpe prefirió mayor cautela: Peratta, el arquero suplente, ingresó por Zárate, un pichón de crack amonestado, fastidioso y cambio permanente para el DT.

El juego creció en interés porque Palermo, otra vez, falló un penal: su remate fue directo al cielo. Con el resultado con la mínima diferencia, Boca siguió por el mismo camino: agresivo, decidido, preciso, pero le faltó siempre la puntada final. Vélez pareció estar en otra sintonía: Castromán, a veces y Escudero, casi nunca, intentaron avances profundos y ambiciosos.

Boca siempre fue más y mejor. Conducido por Riquelme, respaldado por Ledesma -cada día juega mejor- y apoyado en Palacio, maltratado por algunos excesos velezanos, Boca fue. Y encontró el merecido segundo tanto: un cabezazo de Palermo, exigido entre Uglessich y Pellerano. Y en el final, el resultado exacto para permitirse soñar: golazo de Clemente Rodríguez, con un derechazo. La función había terminado. En el juego... y también en el marcador.

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