lunes, 14 de mayo de 2007

Es el equipo de Román...



¿Riquelme no acepta la rotación? Si Boca gira alrededor suyo... Ayer jugó, empujó, igualó de cabeza y hasta pudo ganarlo. Russo debe rezar para que siga así de entero...

Poco más de un año atrás, el 25 de abril del 2006, Juan Román Riquelme marró un penal para el Villarreal ante el Arsenal, su equipo quedó fuera de la final de la Champions League y, ahí, empezó a tomar forma su salida del club español. Ayer, ante el Arsenal telúrico y en el patio de su casa (donde le perdonarían muchas cosas), el mismo Román sigue pidiendo la pelota y se compromete tanto que sólo le falta agarrar un plumero y limpiar el estadio. Riquelme saborea jugar con la adrenalina del líder, aun sabiendo que su error será el error.

Todo lo bueno que Boca hace en ataque está atado a Riquelme. Porque retrocede, gambetea, la pide, asiste, ordena, grita, pisa el área, define mal, vuelve a pisar el área y exige en un tiro libre. Quiere estar en todos lados, y eso desnuda una falencia de Boca, que lo malo también gira a su alrededor: si el 10 debe ser omnipresente demuestra que el resto no está a su altura. Y ayer fue un poco así. Porque Ledesma puede morder bárbaro en todos los puestos del medio pero no será tan claro en la salida; porque Neri tiene dinámica para cambiar de banda y sorprender por la derecha pero no termina bien una sola jugada; porque Bertolo quiere demostrar todo en un puñado de minutos y paga con su salida; y porque los dos delanteros tienen, entre ambos, un solo mano a mano y a Palermo le faltará pierna derecha para definirlo.

Arsenal fue vivo, muy vivo. ¿Había que perseguir y presionar a Riquelme? No. Lo esperó escalonado, dándole cierta libertad, y a cambio le negó descargas: presionó más a Palermo (sobre todo a éste en el pivoteo) y a Marioni. Y al no estar Palacio, que Boca pisara el área terminó dependiendo del juego embarullado de sus volantes externos, o de los arrebatos de Clemente, o de los centros cada vez menos picantes de Ibarra. Por eso, bien cerradito dentro del área, Arsenal aguantó sin mucha zozobra, salvo cuando Román encontraba el hueco. Y con la pelota, el doble 5 San Martín-Ortiz jugaba como un 10. Bien, claro.

Boca no ligó, sí, porque un par de cabezazos —Palermo y Dátolo— murieron en el travesaño. Pero también tuvo suerte de que Raymonda no se animara a poner el 2-0 en un mano a mano. Ahí Román estaba algo fuera de foco, cambiando el aire. Y terminó de oxigenarse con Palacio y Banega adentro: Rodrigo abrió la cancha y la defensa, y Ever metió salida vertical y clara (Raymonda, no te enojes por un caño). Ahí, todo se reacomoda. Román retrocede, gambetea, la pide, ordena, grita, pisa el área, la mete de cabeza, vuelve a pisar el área y, como 9 y cayéndose, la manda afuera. Empata. Y, como líder, avanza, se impone más exigencias y el resto lo sigue. Por eso, y con la reconquista de la Copa en el horizonte, quizá su empate no sea el mejor resultado: Boca debe seguir en los dos frentes. ¿Podrá? Hoy, depende de Román...

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