jueves, 10 de mayo de 2007

De la seguridad de Caranta en el arco, a la pausa de Riquelme



"Ganamos a lo Boca; fue el partido que más sufrí en mi vida", dijo el arquero. "Pasó el mejor", señaló el N°10

"Ganamos a lo Boca; pero fue el partido que más sufrí en mi vida", dice Mauricio Caranta, el arquero, la figura en la derrota con sabor dulce. "Pasó el mejor", señala Román Riquelme, el N° 10 en la caída son sabor a clasificación. Ellos, el guardavalla y el conductor, resultaron los hombres decisivos, influyentes para que la diferencia que sacó Vélez no haya sido mayor. Más aún: en el primer juego, como para graficar mejor los exponentes del pasaje a los cuartos de final, Caranta contuvo en el final un mano a mano ante Castromán; Riquelme fue una de los mejores valores de ese gran juego xeneize, que no se repitió anoche.

Todo lo contrario, Boca resultó una desdibujada imagen de lo que supo ser. Acaso, por cansancio; tal vez, por el trajín entre el Clausura y la Libertadores, Boca trastabilló, jugó mal, pero sigue en carrera por aquello ofrecido una semana atrás. Y, también, por las manos de Caranta cuando la defensa se desdibujó y por la magia de Riquelme, el hombre de la pausa entre tanto vértigo velezano.

"Pasamos a lo Boca. Fue un partido muy difícil y sabíamos que sería así. En el segundo tiempo no tuvimos tantas llegadas como en el primero y la expulsión de Pablo Ledesma nos complicó porque no pudimos manejar la pelota, pero dejamos todo y se nos dio", comenta el personaje decisivo, que tapó siete ocasiones claras de riesgo. Los pies de Mauro Zárate, Lucas Castromán y Mario Méndez, entre otros, se rindieron ante tamaña capacidad de reacción.

"Vélez no nos sorprendió porque sabíamos que juega bien y tiene jugadores rápidos con la pelota y de buen manejo", fue su argumento. Y describió el partido con más fundamentos. "Fue un partido complicado. Pero igual merecimos pasar a los cuartos porque veníamos haciendo buenos partidos. A veces, cuando no se puede jugar bien, hay que meter y meter para ganar", reconoció.

Pocas veces tuvo una actuación tan influyente en un partido. Lo decisivo del juego frente a Vélez, en Liniers, convierte en pequeño todo lo demás. Hace un puñado de días, en Rosario, sostuvo la sufrida victoria con una salvada espectacular en el tiro del final frente a Gastón Aguirre. Y siempre respondió, aun con los tres goles que sufrió el domingo último en el match frente a Argentinos.

Cultor del bajo perfil, de la frase justa, del momento indicado, apenas con Miguel Angel Russo encontró su lugar en el equipo xeneize. Llegó con las manos más seguras y relegó al paraguayo Bobadila, el N° 1 para Ricardo La Volpe.

"Pasó el mejor. Y hay que seguir por este camino, aun sufriendo", cuenta Román Riquelme, el N° 10, el hombre convertido en figura recurrente; esta vez, detrás del arquero. Impuso la pausa cuando el vértigo recorrió todos los rincones, expuso la calidad cuando sus compañeros se debatieron en la intrascendencia. Se impuso, otra vez, como en tiempos recientes, con su clásica estampa y su fina pegada. "El cansancio se siente, pero no es una excusa. Yo corro cuando hay que correr, no hay problema. Ayudo siempre, porque en el fútbol hay que ser solidario", fue su sentencia ante la inquietud de muchos sorprendidos de su trajín físico.

Jugó e hizo jugar, siempre cuando pudo, siempre cuando Vélez, superior desde el principio, se lo dejó. "Sabíamos que iba a ser complicado, porque Vélez no juega mal. Pero lo sacamos adelante", explica el hombre que con un preciso córner derivó en el gol en contra de Bustos. Que, más tarde, remató dos disparos directo al travesaño.

Fue otra gran noche de Riquelme. Otra noche con su sello. Sin embargo, la figura esta vez fue Caranta, el arquero. Y desde el arco, hacia la zona central del campo de juego, Boca se abrazó a la sufrida clasificación. Por ellos y por lo que pasó en el primer juego, Boca vive. Lo que no es poco.

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