lunes, 30 de abril de 2007

Para La Volpe que lo mira por TV...



Riquelme la rompió otra vez y Boca giró a los pies de un enganche que contra Racing también las definió. Hasta que Russo lo sacó y permitió que la Academia resucitara.

Las ganas de atacar de Racing fueron tan sinceras como el abrazo de Russo a Guillermo. Por eso sólo contraatacó.

Las ganas de parecerse a Merlo de Miguel Angel Russo al hacer un cambio fueron tan evidentes como la tintura de Mostaza. Por eso lo sacó a Riquelme.

Micó acertó con el planteo en la Bombonera: defendemos todos (hasta Sava y Bergessio si hay una pelota parada) y atacan cuatro (los delanteros, Romero y Moralez). Así, Racing le llegó siete veces a las narices de Caranta (las narices, el pecho, la cara, las manos) y no le ganó sólo porque enfrente tuvo al mejor arquero del campeonato.

Russo se equivocó cuando lo sacó a Riquelme: 13 minutos más en cancha no hubieran significado un mayor desgaste para él que el que ya había tenido en los 77 anteriores. De hecho, esta vez no sólo elaboró las jugadas: también las definió, recuperando la única materia que no había rendido en marzo. No llegaba Boca, llegaba Riquelme.

Tirando paredes (el gol), probando desde afuera (travesaño) o tocando con sutileza (acarició el palo), había logrado algo que sólo él puede: que Boca jugara mejor con diez (Ibarra, agotado, restaba) que con 12 ó 13. Favale, ayudado por el línea Casas, le regaló un penal. Y otro más. Y así, sólo así, Boca pudo desequilibrar a un Racing ordenado, simple y efectivo. Así o con JR. No había otra.

Porque Racing no se ponía colorado cuando tenía que tirar pelotazos para los de arriba pero sí lo hacía si debía encimar a Riquelme. Yacob, entonces, lo miraba de lejos, los demás lo miraban pasar y La Volpe, un detractor de los enganches en general y de Riquelme en particular, debería mirar el video. Por lo que hizo un 10 cada vez más completo y constante en su juego, primordialmente, y por lo que no hizo su próximo rival en la Copa.

Boca fue un equipo largo, que sufrió con las diagonales de Moralez a espaldas de Ibarra (atención que ahora se viene Escudero), que no logró tapar ese agujero negro que se genera entre Dátolo (o Cardozo, lo mismo da), Clemente, Morel y Banega y que consumió demasiada energía para tan poco resultado.

Si Bergessio calcó el gol de Lavezzi, Sava recalcó el error de Russo al poner a Orteman, pasar del 4-3-1-2 al 4-4-2 y lograr que hasta algún atrevido se animara a sugerir que el reemplazante de Román debía ser Marino. De marino, al cabo, se tendrá que disfrazar el entrenador de Boca si no pasa a Vélez en la Libertadores por no haber apelado a la rotación (en este partido y en el anterior, en el que se desgarró el Cata) y la tiene que remontar en el torneo lamentándose por una cicatriz mucho más profunda que los dos puntos que quedaron en la superficie.

Por ahora el diagnóstico es sólo una micosis (y eso que el DT de Racing demoró sus acertadas modificaciones). Si al final resulta más grave, se notará en la boca. O en el bigote.

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